INSPIRACIÓN MÁS IMPACTO
Pocas frases, creo, definen como esta en su aspecto más íntimo el fenómeno del liderazgo. La fe resulta definida como “la creencia, confianza o asentimiento de una persona en relación con algo o alguien y, como tal, se manifiesta por encima de la necesidad de poseer evidencias que demuestren la verdad de aquello en lo que se cree.”
Y que es “liderar” en su esencia, sino precisamente eso. Dirigir y liderar excede el hecho de tener un grupo de personas a cargo a quienes decirles que hacer; para ello basta con tener la autoridad formal de un determinado cargo. Y esto no es una crítica al ejercicio del mando, sino que el despliegue del liderazgo tiene que ver especialmente con la conformación de los contextos relacionales y emocionales para que los objetivos del equipo se cumplan, para que “cosas sucedan”. Ello no puede emerger sino se tiene como líder la plena convicción de que esas personas tienen en su seno la potencialidad de lograr los resultados que se han propuesto.
Al inicio de las labores de un equipo, quien lidera no conoce en profundidad a todos y cada uno de sus miembros, con lo cual no podría iniciar la tarea sino es con un “salto de fe”, con una profunda creencia en el “poder personal” de cada integrante, sabiendo que aun siendo personas con pensamientos, interpretaciones, deseos y aspiraciones diferentes, tienen un punto de encuentro, un espacio de conexión, que va más allá de una tarea a cumplir, de un salario a percibir o de una obligación a consumar.
Liderar, tiene que ver con la fe en la grandeza de las personas, con el convencimiento de que alcanzar un resultado es la materialización de la dedicación y esfuerzo de cada individuo, y fundamentalmente con el hecho que contiene el aporte de los sueños, ambiciones y deseos de cada uno. Es la profunda confianza de que juntos se puede construir un resultado que aún no se alcanzó, de una realidad que solo existe hasta ese momento en el mundo como una aspiración, pero que precisamente por el trabajo de articulación del líder, los aportes individuales se convertirán en una fuerza colectiva. Solo así esa expectativa alcanzará el grado de realidad.
“Empezar a dirigir un equipo es un salto de fe”, no es bajo ningún aspecto un salto al vacío, una creencia sin fundamentos como algún desprevenido pueda interpretar al pasar. Es un “salto al futuro”, tomado de la mano de la visión, abrazado del compromiso a las relaciones, fluyendo con la fuerza de la pasión, e impregnado de la profunda convicción de la posibilidad de generar para si y para los demás, un mundo diferente. Sin esa fe, solo habrá un engranaje más, un sillón ocupado, un burócrata cumpliendo un horario. Nunca un líder.
Liderar es el poder de convertirse en el protagonista del diseño de un porvenir que trasciende, y de ser el factor que posibilita y canaliza esa llama que anida en cada persona de su equipo y organización.
Raul R. Maza – Socio Fundador de Inspiración + Impacto